En el día a día de una organización circula información que define su ventaja competitiva: planes de producto, presupuestos, márgenes, estrategias comerciales, código y documentación técnica, así como datos personales de clientes, proveedores y personas trabajadoras. Esa información se comparte con empleados, candidatos, proveedores, partners e incluso con potenciales inversores. Frente a este flujo constante, el contrato de confidencialidad (también llamado NDA, por sus siglas en inglés) es una herramienta esencial para proteger el valor de la empresa, reducir riesgos y establecer reglas claras sobre qué puede hacerse y qué no con la información sensible.